Manuel Padorno 1933-2002
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Una cosmología luminosa *

Luis García Jambrina

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Sin duda, uno de los acontecimientos poéticos más importantes de este año ha sido la publicación póstuma de Canción atlántica, de Manuel Padorno (Santa Cruz de Tenerife, 1933-Madrid, 2002), en el que se recogen dos libros ya publicados, Para mayor gloria (1997) y Hacia otra realidad (2000), más otros dos inéditos hasta ese momento: El otro lado y Fantasía del retorno. Juntos conforman una obra única y unitaria, un gran libro de libros, un libro con ambición de totalidad. Su aparición coincidió, además, con un oportuno homenaje y una documentada exposición de su obra pictórica y poética –que, en su caso, discurren paralelas y se iluminan mutuamente– en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, de la que ha quedado constancia en un magnífico catálogo editado por Gobierno de Canarias, muy recomendable para los que quieran adentrarse en el universo creativo del autor.

El motivo principal de Canción atlántica y, en general, de toda la obra de Padorno es desvelar la realidad exterior, ir penetrando y fijando una nueva lectura del mundo, lo que el poeta llama el “afuera”, a través, sobre todo, del tema de la luz y del mar. Se trata, en fin, “de crear una mitología, una cosmología atlántica, canaria, basada en el mundo invisible, en lo que no se ve, en lo que se desconoce, en lo que se ignora. Y en los sueños”. Y, para ello, sólo hay un camino: “echar por el desvío”, esto es, salirse de la rutina cotidiana y renunciar a los convencionalismos para llegar a frecuentar “lo infrecuente”. Entonces –concluye el poeta–, se ve, en la naturaleza del espacio, el “árbol de la luz”.

Algunos de los aspectos formales más destacados de este poemario son la intensidad y plasticidad de su lenguaje, la fuerza y musicalidad de su ritmo y, desde luego, su evidente voluntad arquitectónica. Esto último ha dado lugar a una compleja estructura geométrica: cada uno de los “libros” consta de siete apartados o estancias, formados, a su vez, por siete poemas de veintiún versos endecasílabos, con lo que se sugiere la armonía del universo y su mecánica celeste o la idea del mundo como una sinfonía o un templo de luz. Estamos, pues, ante la recuperación definitiva de un gran poeta –ausente, por lo general, de las nóminas habituales de su generación, la de los cincuenta– y ante el rescate de una obra fundamental: no sólo el mejor libro de poesía del año, sino también uno de los más coherentes, ambiciosos y originales de la última década.




*ABC, Blanco y Negro, Cultural, número 621, 20 de diciembre de 2003